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jueves, 29 de enero de 2009

LEYENDA GUARANI


Está llegando el fin del mes de Enero y con él...mis vacaciones !...El calor de este verano logró adormecer mi espíritu creativo....pero en compensación voy a copiar una muy interesante historia que extraje de una página hermosa ....del Gobierno de Salta....y aqui va....



EL GIRASOL
Leyenda guaraní


Pirayú y Mandió eran caciques de distintas tribus ribereñas : vivían a ambos lados del río Paraná. Sus pueblos intercambiaban productos de artesanías, compartían pacíficamente los predios para caza y pesca y celebraban sus festividades en común.
Cierta vez Mandió sugirió a Pirayú que unieran sus tribus por medio del matrimonio :"Dame tu hija, Pirayú, y nuestros pueblos se unirán para siempre", expresó. Pirayú, meneó gravemente la cabeza : "me temo que es imposible, Madió. Mi hija Caranda - i (palmera) no consiente en casarse con nadie, pues ha ofrecido su vida al dios Sol. Desde pequeña, suele quedarse horas contemplándolo, y parece que no puede vivir sin él, pues los días nublados la ponen triste y meditabunda. No puedo casarla contigo".
Los ojos de Mandió brillaron con ira : "¡Te equivocas, Pirayú, si piensas que olvidaré este desprecio !. Y el soberbio cacique se retiró intempestivamente de la tienda de Pirayú, dejando a éste sumido en hondas meditaciones. Sabía que su pueblo corría un grave peligro, pues Mandió jamás olvidaba un agravio.
Pasaron varias lunas sin que nada aconteciera. Por fin, una tarde en que Caranda se había alejado con su flexible igá (canoa) para contemplar libremente la caída del Sol sobre el río, vio resplandores de fuego sobre sobre su aldea. Llena de funestos presentimientos, remó rápidamente hacia la orilla y procuró desembarcar. Pero unos brazos de acero la apresaron y trabaron sus movimientos, mientras la voz de Mondió resonaba en sus oídos : "¡Pídele a tu dios que te libere de mi venganza, desdeñosa princesa, pues ni tú ni tu tribu serán capaces de hacerlo !."Y su risa cruel avivó la angustia de la doncella. Esta, mientras procuraba infructuosamente liberarse de su captor, rezaba en muda oración a su dios : "¡Oh, Guarahjí (Sol), no permitas que Mandió lleve a cabo su malvado intento !".
Y el dios de los Potentes Rayos, el Guarahjí de los guaraníes, lo oyó. Envió hacia la joven un remolino de potentes rayos que la envolvieron y la hicieron desaparecer ante los ojos atemorizados de Mandió. En su lugar, brotó una esbelta planta con una flor hermosa y grande, cuya dorada cabecita seguía el curso del Sol en el cielo, como antes lo solía seguir la piadosa hija de Pirayú.
Y así fue, según cuentan los guaraníes, cómo nació el girasol.

Por Beatriz Parula
Dirección:
josedeguardia@camdipsalta.gov.ar

domingo, 29 de junio de 2008

ANAHI (leyenda guaraní)





Buscando material para ayudar a mi nieto en sus tareas me topé con hermosas leyendas guaraníes...y aqui les hago llegar la "leyenda del ceibo":


El Ceibo, también denominado seibo, seíbo, o bucare, es la Flor Nacional de la República Argentina.

El Ceibo es un árbol originario de América, de la zona subtropical, no muy alto, de tronco retorcido, pertenece a la familia de las leguminosas, por lo que las semillas se guardan en vainas encorvadas. Sus flores son rojas, de un rojo carmín.
Crece en las riberas del Paraná y del Río de La Plata, pero se lo puede hallar en zonas cercanas a ríos, lagos y zonas pantanosas a lo largo del país.
La madera de ceibo es muy liviana y porosa, y se la utiliza para la construcción de balsas, colmenas, juguetes de aeromodelismo.
Su presencia en parque y jardines argentinos, pone una nota de perfume y color. Y el admirador evita arrancar sus flores, debido a que sus ramas poseen una especie de aguijones.


LEYENDA DEL CEIBO:
Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.
El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.
La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
(Tomada de la narración oral.)


Material compilado y revisado por la educadora argentina Nidia Cobiella (NidiaCobiella@RedArgentina.com)



ANAHÍ (Leyenda de la flor del ceibo hecha canción)


Anahí...
las arpas dolientes hoy lloran arpegios que son para ti
recuerdan a caso tu inmensa bravura reina guaraní,

Anahí,
indiecita fea de la voz tan dulce como el aguaí.

Anahí, Anahí,
tu raza no ha muerto, perduran sus fuerzas en la flor rubí.

Defendiendo altiva tu indómita tribu fuiste prisionera
Condenada a muerte, ya estaba tu cuerpo envuelto en la hoguera
y en tanto las llamas lo estaban quemando
en roja corola se fue transformando...

La noche piadosa cubrió tu dolor y el alba asombrada
miro tu martirio hecho ceibo en flor.

Anahí,
las arpas, dolientes hoy lloran arpegios que son para ti
recuerdan a caso tu inmensa bravura reina guaraní,

Anahí,
indiecita fea de la voz tan dulce como el aguaí.

Anahí, Anahí,
tu raza no ha muerto, perduran sus fuerzas en la flor rubí.


Esta canción es autoría en letra y música de Don Osvaldo Sosa Cordero, correntino, nacido en Yaguareté Corá, Concepción. El tema fue escrito en la década del '40 a pedido del Ministerio de Educación, a raíz de haber sido declarado entonces al ceibo como Flor Nacional de la Argentina. " Lic. Víctor Hugo Vallejos (Prof. U.N. La Plata).- "